Mudarse de la tranquilidad de la playa a la vorágine de la Ciudad de México es una experiencia transformadora.
Vivir cerca del mar, rodeada de naturaleza, atardeceres mágicos y ritmos pausados, proporciona una sensación de calma y conexión que se manifiesta en el bienestar integral de cualquier ser humano. La ausencia de ruido constante, el aire fresco y la posibilidad de ver el horizonte tienen un impacto sutil pero profundo: el cuerpo respira mejor, el corazón late con tranquilidad, el espíritu florece y la mente encuentra más espacio para la introspección.
En contraste, la vida en la CDMX está marcada por el ruido, el tráfico, y una constante sensación de prisa. Después de dos años viviendo en un paraíso de tonos azules y anaranjados, mezcal y almas bonitas, regresé a vivir a la Gran Ciudad de México y desde ese momento, sentí cómo mi sistema nervioso se alteró y se puso en un estado de alerta casi constante, algo que muchas veces normalizamos al adaptarnos a la vida urbana. Cada bocinazo, semáforo, y tumulto de personas activan una respuesta de estrés que, con el tiempo, puede pasar desapercibida, pero sigue presente en el fondo, afectando profundamente nuestra calidad de vida. Es como si el cuerpo nunca tuviera la oportunidad de relajarse completamente, y en mi caso, mi sistema nervioso, acostumbrado al ambiente apacible de la playa, de repente se viera desbordado por tantos estímulos.
Reconocer cómo el entorno afecta mi estado emocional y físico fue el primer paso para buscar e implementar prácticas de autocuidado enfocadas en calmar el sistema nervioso en una ciudad que va más rápido que yo. Aquí te comparto algunas de las técnicas que han sido fundamentales para mí para recuperar un poco de esa paz en medio de la vida urbana:
1. Respiración Consciente:
Una de las herramientas más simples y efectivas para calmar el sistema nervioso es la respiración profunda. Inhalo profundamente, llenando mis pulmones de aire, retengo unos segundos y exhalo lentamente. A lo largo del día, si siento que el estrés se acumula, también hago pausas para respirar de esta forma, incluso en medio del tráfico, mientras camino por la ciudad o cuando recuerdo que llevo horas respirando superficialmente.
2. Mindfulness en Movimiento:
Algo que aprendí viviendo cerca de la naturaleza es la capacidad de mantenerme presente y cómo la vida se encuentra en el ahora. En la CDMX, llevo esta práctica a actividades cotidianas como caminar o comer. La próxima vez que salgas a caminar, intenta estar consciente de cada paso, del ritmo de tu respiración y de las sensaciones de tu cuerpo. Aunque estemos rodeados de ruido, el enfoque en el presente ayuda a calmar la mente y a reducir la ansiedad.
3. Desconexión Digital:
En la ciudad todo va más rápido y me encuentro más inclinada a multitaskear y pasar horas frente a mi computadora o el celular. Para cuidar mi salud mental, limito el tiempo en redes sociales, hago días de detox de redes sociales y evito el celular cuando ya me voy a dormir. Estos “mini retiros” digitales me permiten reconectar conmigo misma y reducir la sobreestimulación que afecta tanto al sistema nervioso.
4. Crear Espacios de Calma en Casa:
La naturaleza nos provee de un ambiente naturalmente relajante, y en la ciudad, es importante crear esa atmósfera en nuestro hogar. Uso velas, música y elementos para diseñar un pequeño refugio de calma. Incorporar rituales, como encender una vela mientras leo o tomar té antes de dormir, ayuda a mi mente a desconectarse del caos exterior.
5. Ejercicio de Baja Intensidad:
Aunque también disfruto del ejercicio físico de alta intensidad, he aprendido que incorporar ejercicios de baja intensidad como yoga, estiramientos y caminatas son esenciales para reconectar conmigo y liberar energía y emociones no procesadas que estén estancadan en mi cuerpo.
6. Gratitud y Journaling:
Llevar mi diario Serenamente ha sido una práctica fundamental para mantener una mentalidad más positiva y clara. En un entorno donde el estrés es constante, escribir tres cosas por las que estoy agradecida cada día me ayuda a reenfocar la mente y recordar que, incluso dentro del estrés y el caos, hay mucho en mi vida por lo que soy afortunada. Escribir en mi diario libremente sobre mi vida, mis emociones, mis relfexiones y pensamientos también es un espacio seguro donde puedo Ser, procesar e integrar.
7. Buscar Espacios de Meditación en Comunidad:
Uno de los descubrimientos más reconfortantes fue encontrar espacios de meditación en la ciudad, pequeños oasis en medio del bullicio donde personas se reúnen para practicar la calma. Estos lugares, además de ofrecer una pausa del estrés urbano, crean una sensación de comunidad y pertenencia que refuerza el sentido de conexión. Practicar meditación en grupo brinda un espacio de apoyo mutuo.
8. Alimentación Consciente y Conexión con la Naturaleza:
La naturaleza ya no está tan presente en mi día a día, pero he encontrado una nueva forma de conectar con ella a través de lo consumo y le doy a mi cuerpo. Incorporar alimentos completos y frescos a mi rutina, y preparar cada comida que puedo con intención y presencia, se ha convertido en un ritual valiosísimo. Esto me ha llevado al estudio de las plantas y alimentos que me nutren, promoviendo mi salud física y también emocional, mental y espiritual desde un enfoque holístico.
Este cambio de estilo de vida trajo desafíos para mi sistema nervioso, pero también ha sido una oportunidad para aprender a cuidar mi salud mental y emocional de manera intencional. Estas prácticas son una forma de reconectar con esa paz interior, sin importar el lugar donde me encuentre y quería compartir mi experiencia contigo.
Algunas preguntas para reflexionar...
¿Qué pequeños momentos de calma puedo encontrar o crear en mi día a día en la ciudad? ¿Cómo puedo incorporarlos en mi rutina?
¿Cómo puedo ver este "estrés" como una oportunidad de aprendizaje o de crecimiento?
¿De qué maneras he aprendido a priorizar mi bienestar y salud mental en un entorno que puede ser caótico? ¿Qué herramientas o hábitos me han servido más?
¿Qué lugares, actividades o personas me hacen sentir en paz?
Estos prompts te invitan al autodescubrimiento y a reconocer los recursos internos que tienes para adaptarte, cuidarte y encontrar belleza en el presente.
Con cariño,
Mariana Zepeda
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